Como Gestionar un Cachorro en la Noche de Halloween

Inicio / Blog / Historias / Como Gestionar un Cachorro en la Noche de Halloween

«Dicen que Halloween es divertido… pero a mí me dio mucho, mucho miedo

Hola. Soy Rolo, un cachorro de apenas cinco meses que vive en uno de esos miles y miles de pisos que pueblan las grandes ciudades.

Sí. Hay muchos pisos, pero los vecinos no se conocen.

Es lo que yo llamo “el mal de las ciudades”.

Mucha gente en un mismo espacio pero sin comunicarse entre ellos. Creo que es algo que los humanos deberían arreglar de inmediato

Desgraciadamente, no tengo un jardín en la puerta de mi casa para salir, correr y, en definitiva, estirar mis todavía cortas patitas.

Ahora bien. Gracias a Clara duermo cada noche en una cama muy suave y tengo mis juguetes para entretenerme. Lo que he notado desde que he llegado a esta casa es que Clara me quiere muchísimo.

Por cierto, os la voy a presentar. Clara trabaja desde casa. Cuando estoy a su lado, tumbado, veo que está haciendo una especie de dibujos en una pantalla de ordenador.

He oído, cuando habla con otro humano, por un artefacto al que llaman teléfono, que es diseñadora gráfica de una gran empresa que se dedica a crear videojuegos para los más jóvenes.

Pero no tengo ni idea de lo que quieren decir esas voces.

Lo que está claro es que vivimos solos. Y como teletrabaja, compañía no me falta. Eso es de agradecer, ¿verdad?

La hago reír. Por ejemplo, ese día que me sorprendió ladrándole a su taza de café.

No sabía lo que era el miedo hasta aquella noche

Pero aquella noche de Halloween… fue diferente.

No entendía nada… solo quería que el mundo dejara de hacer tanto ruido.”

Primero fue el timbre. Luego, unos niños con máscaras que no paraban de gritar mientras recorrían a toda la velocidad los pasillos de todas las plantas del edificio.

Me asusté tanto que mis patitas temblaban.

Y mi temor creció cuando vi a una niña que corría con una escoba entre sus piernas simulando ser una bruja.

Me sorprendió mucho ver que en una punta de su escoba llevaba un gato negro.

Corrí a esconderme en la habitación donde Clara tiene su ropa sucia.

Pero los ruidos seguían y la imagen del gato negro me perseguía.

Las puertas se abrían y se cerraban y desde la calle oía estruendos muy raros que luego entendí que eran petardos y fuegos artificiales.

Lo que no entendía tampoco era porque Clara parecía tan feliz mientras yo estaba tan asustado.

Clara se dio cuenta de la situación

Menos mal que Clara se dio cuenta de lo que me estaba pasando.

Después de ver cómo me acurrucaba en un rincón, se sentó en el suelo, a mi lado.

Solo puso su mano despacito sobre mi lomo y comenzó a acariciarme muy suave.

Me acariciaba detrás de las orejas, luego por el cuello, y bajaba lentamente por la espalda.

Su respiración era tranquila. Me susurraba “estoy aquí, no te preocupes”.

Añadió que era una fiesta muy arraigada en todo el mundo y que se celebraba cada 31 de octubre. Halloween era su nombre.

Pero, si le hubiese podido contestar, le hubiese dicho que no era necesario que las fiestas fueran tan y tan ruidosas.

Sea como fuera, sentí cómo su calma me contagiaba. Cada caricia suya era como una ola que empujaba el miedo hacia fuera.

Entendí también que sus manos pueden convertirse en un refugio ante los temores que me pueda deparar el futuro.

Las cosas empezaron a cambiar

Después de esa noche, Clara decidió cambiar cosas.

Empezamos una especie de entrenamiento para prepararnos para noches ruidosas como aquellas y que mis miedos no me afectaran

Si creía que iba a haber ruido, desplazaba mi cama y la ponía en el rincón más alejado de la puerta.

Cerraba cortinas y persianas para amortiguar cualquier ruido que proviniera de la calle.

Ponía música instrumental suave porque habíamos descubierto que me relajaba.

Me daba mis juguetes de goma, los que puedo morder sin hacer ruido

Y me deja cerca algo de su ropa porque está impregnada del olor de Clara y también me calma.

Me lo explicó todo sobre el gato negro

En mi mente todavía me quedaba esa imagen tenebrosa de una niña corriendo con una escoba y llevando un gato negro.

Clara me explicó en primer lugar que no era un gato negro vivo, sino que era de cartón piedra y que solo servía para decorar. Una especie de diversión en esta noche de “muertos vivientes”.

Para que me quedara más tranquilo me indicó que los gatos negros no tienen nada que ver ni con las brujas, ni con los zombis ni con la mala suerte.

Es cierto que algunas personas todavía consideran que no traen buen fario. Pero Clara que me dijo que, de pequeña, sus padres tenían un gato negro en casa.

Me contó que era muy cariñoso, que se preocupaba por toda la familia y que jamás se metió en ninguna pelea.

Y para acabar me dijo que jamás había visto un gato negro tan elegante como el que tenían sus padres en casa.

La hora del paseo

Dicho esto, es hora de que os siga contando los cambios que introdujo Clara.

En esa especie de entrenamiento que empezamos, un día me explicó que salir a pasear en Halloween puede ser peligroso para un cachorro como yo.

Como es imposible no salir en noches de festividades, me pone el arnés que se ajusta bien a mi cuerpo, y la correa doble.

Porque si escucho un petardo, una traca o los ruidos de un castillo de fuegos artificiales, es posible que me ponga a correr y me escape.

O, peor, que en esa fuga, cruce una calle y me atropellen.

También descubrió algo que me ayudó muchísimo. De vez en cuando me ponía sonidos suaves de petardos en la tele mientras me daba premios.

Al principio me asustaba, pero ver su sonrisa tranquila, sentir sus caricias y oler mis chuches favoritas, me ayudó a soportar esos ruidos.

Ruidos que hacen los humanos y a los que las mascotas no tenemos más remedio que acostumbrarnos, siempre y cuando nuestros diseños hagan lo que hizo Clara: entrenarnos.

“Yo solo soy un cachorro. No entiendo los disfraces, ni los petardos, ni por qué de pronto el mundo cambia por una noche. Pero sí entiendo cuando alguien me cuida con amor.”

Gracias a Clara, descubrí que no todos los ruidos son peligrosos, que hay formas de sentirme seguro, aunque en la calle, donde en ocasiones se concentran multitudes, sobre todo en los días de fiesta como Halloween, el ruido sea insoportable para los tímpanos de un cachorro.

Y sobre todo, que mis emociones importan, aunque no pueda explicarlas con palabras.

Así que, si tienes un perro como yo, te pido algo: Mírame con empatía. Escúchame con el corazón. Lo que para ti es una noche divertida, para mí puede ser una batalla interna que no sé cómo ganar solo.

Prepárate conmigo. Anticípate. Acompáñame. No me dejes solo.

Porque celebrar está bien. Pero cuidarnos… eso es amor del bueno.

Entradas relacionadas

Criadores de Toda la Vida
Somos especialistas en razas de perro mini y gatos de raza. Solo las mejores camadas.